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dilluns, 19 de gener del 2009

Otro periodismo es posible


“El verdadero destino de la literatura en este siglo es la no-ficción”. Tom Wolfe. Argentina, 2008.

Un traje blanco hecho a medida, un bastón cual peregrino e incontable dientes de oro son algunas de las marcas “de la casa” de Mr. Wolfe, nacido en el corazón de Estados Unidos en 1931. Personaje reconocido, además de por su pintoresca forma de aparecer en público, convertido en un auténtico dandy a la vieja usanza, por fabricar millones de dólares con sus escritos y por ser considerado el padre de un movimiento (literario, periodístico o como lo prefieran) como lo es el Nuevo Periodismo. Movimiento del que, desgraciadamente, contamos con pocos referentes en nuestro país.

A este movimiento, resumido tan sintéticamente que roza el pecado, podríamos definirlo como el auge de una nueva forma de periodismo que tiene sus inicios, según defiende el propio Wolfe, en la década de los 60 en Estados Unidos. El nuevo género, sintetizado por algunos como la “novela de no-ficción”, se sirve de información real y la manipula (no en el sentido negativo de la palabra, se entiende) hasta convertirla en un relato, aprovechando así todas las posibilidades que eso conlleva.
De esta nueva forma de hacer periodismo se sirve Wolfe para escribir este volumen, publicado por primera vez en 1977, y convertido ahora en la “Bíblia” de este movimiento. Una primera parte a modo de ensayo, en la que el escritor fija en papel las bases de esta corriente, nos descubre la historia y razón de ser del nuevo movimiento en el que también podemos enmarcar a otros escritores como Breslin o Hunter Thompson (al que el autor otorga aquí el premio “Cojones de hierro” por su labor periodística). Que el lector olvide ahora su noción de ensayo, de carácter académico y pesado, pues Wolfe es capaz de crear un escrito ameno y claro, con la marca de la casa del autor, con ese estilo inconfundiblemente único, directo y arriesgado.
De hecho, si algo sorprende de Wolfe es precisamente su forma de expresarse, la naturalidad y aparente anarquía con la que lo hace (no poco meditada, por otro lado), quizá la misma valentía que le llevó a romper esquemas en un periodismo que había entrado en la peligrosa espiral del “dejarse llevar”, un periodismo que ya no aportaba nada nuevo a sus lectores (“El nuevo periodismo no puede ser ignorado por más tiempo en un sentido artístico… Dejemos que el caos reine… más alta la música, más vino (…) ¡la pista es de vidrio!... y de tan glorioso caos puede surgir, de la fuente más inesperada, de la forma más inesperada, algunos nuevos y gruesos y bonitos Cohetes Titulares Periodísticos que inflamarán el cielo”).

La importancia de El nuevo periodismo radica, principalmente, en dos puntos: por un lado aporta al nuevo movimiento las bases que por sí sólo quizás no habría sido capaz de desarrollar, y por otro hay que reconocer la valentía del autor, su manifiesto en defensa de una corriente criticada tanto por el movimiento literario como por algunos sectores del periodismo. A través de un recorrido lógico que empieza por la descripción de la profesión, Wolfe aborda el nacimiento del Nuevo Periodismo, las reacciones de las élites literarias y es capaz incluso de esquematizar las técnicas utilizadas de forma clara y precisa, sin olvidar nunca su tono irónico y desenfadado.

No faltan aquí referencias negativas a la nueva corriente, que el autor se encarga de ilustrar y refutar con argumentos sólidos, en una segunda parte añadida como anexo al ensayo en que aborda algunos de los puntos más problemáticos, como la batalla mito vs. Realidad, la novedad de este movimiento o el trabajo de preparación de la pieza clave del género, el reportaje literario.

El mayor acierto de Wolfe radica, sin embargo, en ilustrar su obra con una antología de textos elegidos con mucho cuidado, que tienen la función de corroborar todos y cada uno de los ejes temáticos planteados a lo largo del ensayo y que lejos de ser una muestra del talento propio (del que tendría para dar y vender) recogen fragmentos de obras de escritores tan diversos como Rex Reed, Robert Christgau o Barbara L. Goldsmith, dejando incluso un hueco para su archienemigo Norman Mailer, del que se ha despachado públicamente en más de una ocasión. Entre ellas, en su obra El periodismo canalla y otros artículos (Anagrama, 2000).

De la antología de textos recogidos en esta edición vale la pena especialmente destacar el trabajo de Rex Reed con su pieza “¿Duerme usted desnuda?”, relato de un encuentro con la actriz Ava Gardner que supone uno de los mejores ejemplos de Nuevo Periodismo, con una construcción por escenas brillante, donde la inclusión de los diálogos se convierten en la mejor forma de dejar claro que el relato no debe servirse sólo de la ficción. La realidad tiene argumentos de sobra para atraer a los lectores.

Otra ilustración diferente de Nuevo Periodismo es la recogida en “La dolce Viva” de Barbara L. Goldsmith, donde el contacto de la periodista con la historia que cuenta se convierte en su mayor valor, desvelando los secretos de la banda de Andy Warhol de una forma sincera, directa y que habla directamente al lector.
La ilustración de la importancia de la descripción en esta corriente le corresponde aquí a Joe McGinns, con su relato “Cómo se vende a un presidente”, donde la captación del diálogo (uno de los puntos más reivindicados en el ensayo de Wolfe) vuelve a ser clave para mostrarnos a un presidente Nixon obsesionado por la perfección.

“Beth Ann y la macrobiótica”, de Robert Christgau, finalmente, se gana también a pulso su inclusión en este volumen por tratarse, en palabras del propio autor, de uno de los mejores relatos de la historia, que cautivó al mundo con la obsesión de la protagonista por una dieta macrobiótica.
Tom Wolfe, el reportero intrépido, el dandy más conocido de Norteamérica, ha pasado en su vida profesional por varias etapas que le han llevado a trabajar como reportero (en el sentido clásico del término, se entiende), máximo exponente del Nuevo Periodismo e incluso escritor de novelas a la vieja usanza. Sin duda alguna, este volumen supone la culminación de su obra. Una obra imprescindible para la corriente surgida en los 60, su decálogo, que asentó las bases de un movimiento criticado por muchos y alabado por muy pocos, ilustrado de una forma exquisita para gusto del lector, que al finalizar su lectura no podrá evitar tener ganas de salir a la calle y tomar contacto directo con el mundo que le rodea.